miércoles, 11 de junio de 2008

Carta de renuncia

M,

Hoy renuncio a ti.

No creas que ha sido fácil. Para nada. Lo único fácil después de conocerte fue amarte. Así que ya te imaginarás por qué ha sido tan complicado esto de reconocer que ya no te quiero.

No fue de un día para otro, tampoco. Sacando cuentas el otro día, me di cuenta que tuvieron que pasar casi dos años para escribirte esta carta. Dos incómodos años. Dos años pensándote todo el día, todos los días. Recordándote con una canción, una película, un olor. Cualquier excusa era perfecta para que el proyector de imágenes de mi cabeza pusiera tu rostro en pantalla grande.


Pero precisamente fue la semana pasada que sentí que había pasado un día entero sin pensarte. “¡Ya está!”, me dije, cuando menos lo esperaba te estaba comenzando a olvidar. Y no te escribí esta carta apenas sentí todo esto. Tú bien sabes lo mucho que me cuesta escribir algo. Y sobre todo algo que debía estar muy bien escrito. Porque yo, a diferencia de ti, sí que me gusta dejar las cosas claras. Por eso es que lo escribo. Para dejar en claro y con la inmortalidad de las letras que ya no te quiero. Hoy renuncio a ti y no me duele. Nunca pensé que el dolor se pudiera superar con el tiempo. Pero así fue. Por eso es que puedo decir, hoy y sin dudarlo, que te superé.

Hoy renuncio a ti y te lo escribo para que lo sepas. No me importa siquiera si te importa. Pero a mí sí y con eso ya tengo bastante. O debo haber escrito “ya tuve bastante”. Porque, renunciando a ti, ya no me queda nada.

Vi

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