miércoles, 11 de junio de 2008

Déjame que te cuente una historia…

Es una anécdota judía muy hermosa.

El joven Sammy Moskowitz se acababa de comprar un scoo­ter; pero había sido educado de un modo ortodoxo y no estaba muy seguro de si estaría bien que un judío ortodoxo fuera en sco­oter. Pensó que la mejor manera de arreglarlo era que su venera­do rabino le enseñe una barucha, una oración tradicional de bendiciones, para cantársela a su scooter antes de conducirlo. Se­guro que esto lo purificaría y podría usarlo.

Así pues, se dirigió a su rabino y dijo:

-Rabino, he comprado un scooter y desearía saber si puedes enseñarme una barucha para decírsela cada mañana.

El rabino dijo:
¿Qué es un scooter?

Sammy se lo explicó, y el rabino agitó la cabeza.

Por lo que yo sé, no hay ninguna barucha apropiada para la ocasión y tengo grandes sospechas de que conducir un scooter es pecado. Te prohíbo que lo uses.

Sammy se deprimió mucho, pues desde lo más profundo de su alma quería conducir ese scooter, que además le había costado una suma considerable. Se le ocurrió una idea. ¿Por qué no bus­car una segunda opinión, quizás más liberal, de un rabino que no fuera ortodoxo sino simplemente conservador?

Encontró a un rabino conservador que, a diferencia del rabino ortodoxo consultado con anterioridad, no llevaba en absoluto el tradicional abrigo largo sino que vestía un traje oscuro de ejecu­tivo. El rabino conservador dijo:

-¿Qué es un scooter?
Sammy se lo explicó. El rabino pensó por un momento y en­tonces dijo:

-Supongo que no hay nada malo en conducir un scooter, pero de todos modos no conozco ninguna barucha apropiada, y si tie­nes mala consciencia, es mejor que no lo conduzcas.

Viajó a los suburbios y se encontró con el rabino Richmond Ellis, en pantalón corto, y a punto de irse a jugar a golf en su scooter.

Sammy se puso nerviosismo:

-¿Es correcto para un judío conducir su scooter? -le dijo- Tengo uno pero no estoy seguro de que esté bien que lo utilice. Claro chaval -dijo el rabino-. No hay nada malo en un scoo­ter. Condúcelo con cuidado.

-Entonces dame una barucha para el scooter.

El rabino reformado quedó pensativo y luego dijo:

-¿Qué es una barucha?

¡Las cosas van de un extremo al otro! El ortodoxo no sabe qué es un scooter y el progresista no sabe qué es una barucha. Por culpa de la religión, de demasiada religión dogmática, la gente se vuelve demasiado irreligiosa. Cuando dejan la iglesia, se van con la prostituta.

En alguna parte se necesita un profundo equilibrio. Justamen­te entre los dos, exactamente entre los dos, está la trascendencia.

Tú has vivido con esperanza: ahora la esperanza ha fallado y estás viviendo en la desesperación. Ahora deja que la desespera­ción también fracase; deja caer la esperanza y la desesperación a la vez. Simplemente trasciende esa actitud que vive en el futuro.

¡Vive aquí y ahora! Vivir en la esperanza es vivir en el futuro, que es en realidad posponer la vida. No es una forma de vivir, sino una forma de suicidio. No se necesita ninguna esperanza: y no es necesario sentirse desesperado. Vive aquí y ahora. La vida es tre­mendamente maravillosa, está colmándote aquí y tú estás miran­do hacia otro lugar. Está justo delante de tus ojos, pero tus ojos se han ido muy lejos, están mirando al horizonte. Está dentro de ti, pero tú no estás ahí.

No estoy a favor de la esperanza, no estoy a favor de la de­sesperación. Estoy en contra de todo extremismo. Todo exceso es inútil.

Buda solía decir: «Mi camino es el camino de en medio»
Majjhima pratipada. Ése es el camino de la trascendencia.

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